Pero, volviendo a la cuestión, un sentimiento napartarra, más o menos difuso, ¿puede manifestarse entre los navarristas? Pues sí. Por ejemplo, cuando algunos pretenden deslindar la situación navarra de la española; llevando hasta sus últimas consecuencias –o a otras más próximas- esa jota que tanto marcó a los navarros y al navarrismo: “Si se hunde el mundo, que se hunda. Navarra siempre p’alante”. Sustituyamos “el mundo” por “España”, ya sea por complejo, mera táctica, comodidad, miedo escénico… y ya tenemos un perfecto napartarra. De buena fe, en principio, pero difícilmente de felices consecuencias.
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Hemos valorado, en ocasiones, que el navarrismo no siempre muestra el entusiasmo contagioso que toda empresa política requiere; y más cuando los rivales son militantes entregados, 24 horas al día y en todas partes, a una alternativa antagónica. Y para tomar la iniciativa desde el navarrismo, también en la actual coyuntura política, es imprescindible una premisa básica: ideales claros enarbolados sin complejos.
¿Napartarra? No, gracias.
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