+ Islam, una visión crítica (libro)
Ya se puede adquirir la nueva obra del periodista Enrique de Diego a través de la editorial Rambla en cualquier librería. Os muestro por ahora la portada y un extracto del mismo. El viernes en el programa de El país de las maravillas intentaré canjear mi soldada semana, ese bote de coca cola, por un ejemplar firmado, así que ya os comentaré más del mismo:
Revertir la situación: Europa nunca será Eurabia.
La integración de los musulmanes ha resultado un fracaso en toda Europa. No hay ninguna nación que presente una valoración positiva en este terreno. A los atentados de terrorismo indiscriminado, se unen las continuas amenazas a la libertad de expresión y la formación de barrios islamizados. Nadie se inventa nada cuando sitúa a los musulmanes como los más refractarios a la integración en las sociedades europeas. Eso es una evidencia a la vista de todos.
Los ciudadanos europeos han detectado con claridad la existencia de un problema y han dejado de seguir los dictados suicidas de sus acomplejadas y decadentes clases políticas. El problema es real y las perspectivas no son halagüeñas. Es preciso revertir la situación. Y hay que ir por esta senda con determinación. Es obligada la expulsión del territorio europeo de todos aquellos que aspiran a terminar con la libertad y a imponer su religión mediante la violencia. Los integristas deben ser de inmediato expulsados.
No tiene sentido que los contribuyentes financien con sus impuestos la amenaza. Ninguna inmigración puede integrarse si es subsidiada. La inmigración no puede recibir subvenciones, tampoco por la natalidad. Menos la musulmana, por supuesto. Es preciso dar marcha atrás a los groseros errores que se han cometido en este campo.
Buena parte de los males estriban en un modelo europeo fracasado que se ha creído toscas mentiras como que la educación y la sanidad estatales son gratis, cuando es notorio que resultan muy ineficientes, muy caras, y por supuesto financiadas por los contribuyentes. Son precisas reformas muy profundas de esos sistemas, y del modelo en su conjunto. La inmigración, a la que se ofrece esos servicios, sin contribuir, no es la causa de la quiebra del sistema, pero, sin duda, actúa como catalizador. La cultura de la subvención ha de terminar para los inmigrantes, pero también para los europeos de origen. No funcionan así las sociedades. Sólo salen adelante y generan progreso con trabajo, esfuerzo e iniciativa.
La idea de una inmigración humanitaria es inmoral y absurda, puesto que atrapa a los inmigrantes en un callejón sin salida y los lleva a la marginalidad. Si el modelo europeo cae, y no se transforma, no servirá para nadie.
Los musulmanes plantean un problema específico, pues son formados en una doctrina que les enseña a odiar a los demás. Ningún sentido tiene financiar su expansión, conceder terrenos para sus mezquitas, ni subvencionar sus organizaciones. El porcentaje de musulmanes ha de ser reducido, desde ya, para no poner las bases de conflictos futuros graves. Cada nación es muy libre de establecer los criterios por los que está dispuesto a acoger a gente. Ninguna inmigración puede funcionar si no está relacionada con el contrato de trabajo, pero también resulta económicamente más rentable y socialmente más compatible una emigración que respete las pautas culturales y los valores de la nación de acogida. En España, esas condiciones se dan en la inmigración iberoamericana.
La creación de barrios religiosos, islámicos, es el fruto habitual de coacciones y de una impunidad en el respeto al Estado de Derecho que, en ningún caso, han de ser toleradas.
Es preciso abrir una investigación en el ámbito europeo respecto a la financiación de las mezquitas, y a la intromisión de Arabia Saudí en la vida de otras naciones, y actuar en consecuencia. En mi opinión, las mezquitas no han de ser permitidas, pues desde ellas se difunde el odio y se hace apología del crimen y de la violencia, así como de muy agresivas restricciones a la libertad personal, incluyendo la minusvaloración de la dignidad de las mujeres.
Ni la libertad de expresión, ni la libertad religiosa amparan la apología del crimen y del genocidio, ni el asesinato del disidente o del infiel. Nadie se inventa nada. Estas son cuestiones obsesivamente presentes en el islamismo.
No vale ya una estrategia a la defensiva, sino una actitud coherente y a la ofensiva en defensa de los valores occidentales, que pasan por el respeto de la dignidad de la persona individual. Es preciso rechazar las monsergas suicidas del multiculturalismo. Es hora de erradicar esa consumada estupidez de lo políticamente correcto.
Las sociedades europeas están despertando del letargo al que han estado sometidas. Quienes acepten los valores occidentales pueden continuar, sin subvenciones, ni privilegios. Quienes aspiren a acabar con ellos, no han de tener cabida en nuestras sociedades. Y han de ser expulsados de inmediato. Eso lo marca el mínimo de sentido común y el instinto de supervivencia. Aún no es tarde. El problema tiene solución, con claridad de ideas y firmeza en las convicciones: Europa nunca será Eurabia.
Por Prevost