+ Dragolandia, ni fu ni fa.
Iba a decir que me decepcionó el programa de Sánchez-Dragó, Dragolandia, pero no sería justo porque me encuentro ante sentimientos encontrados, quizá como ese cigarrito que te echas cuando ya estás saturado, que no sabe como los demás pero aún así te lo fumas y disfrutas porque te quita el mono.
Algo similar el nuevo espacio, un poco aburrido y nada auténtico, pero que engancha. Con la japonesa tocando el piano -quería no suponerlo pero me dijeron ayer que sí es su esposa-, y Ayanta llamándolo padre o sus gatos en una mesa-pecera desde luego es genuino. Luego el comienzo clásico y ya manido de aparecer destrozando un televisor (por cierto, sacado de los almacenes de Galerías Preciados, ya podíamos haber roto uno de plasma que en esos tiempos la tele sí "era buena"). Las entrevistas a Milá y Losantos, buf, ¡un desastre!. Preguntas aburridas, previsibles y poco jugo se sacó a los invitados. La puesta en escena de Jodo eso, jodó.
El público ausente por un buen motivo -aquí una gran explicación- junto con una realización penosa que nos mostró unas transiciones horribles entre los cortes del programa, grabado en diferido. ¿Quién emite hoy en diferido? No me creo sea parte de la táctica, eso debería ser subsanado y Dragó echarle más valor. Se emite en directo, con un par, y si se cae un foco o estornudas, lo vemos y nos reimos o cambiamos de canal.
Lo mejor lo que ya adelanté, que para los fans de Dragó y gente políticamente incorrecta este tipo de espacios nos enganchan, por muy cutres y malos que sean. También divertido fue ver al susodicho echar un rebaño de ovejas y una vaca del plató para luego pisar un terreno plagado de cagaditas, y por supuesto Arrabal descubriendo una pista de baile entre las obras de Gallardón o intimando con un transexual. La poesía final un toque elegante, otro friki y divertido el rincón de El Retiro o las intervenciones.
¿Dragolandia conmigo? Amor y odio, esperaba mucho más.
Por Prevost