+ Analogías
Lean, comparen, y si sueñan como yo, han acertado. Este post va en la categoría de armarios. [Nota: Supongo hoy en día ya todos lo sabemos, por si acaso no está de más recordad que el liberal yankee, con acento de Quahog en la "e", es el progre de allí, el Gallardón, Fraga, etc...]. Un relato sobre el tesón de los partidarios de principios dentro del partido Republicano que a largo plazo tan buenos réditos proporcionó:
El republicanismo llevaba en 1964 tres décadas temiendo confrontar con virulencia los fundamentos del programa nacional del Partido Demócrata surgido del New Deal, y el antaño potente GOP parecía condenado a tomar como único objetivo la moderación en la derrota. Los republicanos más radicales, aquellos dispuestos a atacar el pensamiento dominante, estaban considerados como un pequeño grupo de ultras que carecían de infraestructura y organización para poder asaltar con éxito el aparato del partido.
El New York Times aseguraba que el moderado Gobernador Nelson Rockefeller, de Nueva York, gran amigo del Presidente demócrata Lyndon Johnson, tenía tantas posibilidades de perder la nominación republicana de 1964 como de arruinarse. Es decir, ninguna. Si todo iba según lo previsto, la elección del 64 sería una carrera Johnson vs. Rockefeller dentro de los límites del equilibrio pendular que suponía la alternancia pacífica de los dos grandes partidos que no buscaban derrotar ideológicamente al adversario, y compartían una idea de país muy similar.
Rockefeller afrontaba la resolución de los conflictos sociales como un liberal. Siempre abierto a la negociación con los sindicatos, defensor de los presupuestos equilibrados y de altos niveles de impuestos para lograr ese fin, apoyaba programas de crecimiento sostenible que denunciaban los recortes radicales de impuestos como ideas propias de chalados. Los grandes proyectos de autopistas e infraestructuras públicas, así como la inversión en el desarrollo de potentes universidades estatales, eran otras de las señas de identidad que habían caracterizado su gestión como Gobernador de Nueva York.
Pero un destemplado Senador de Arizona, representante del Oeste emergente, pondría a prueba aquella afirmación que decía que "desde 1936 todos los candidatos presidenciales del Partido Republicano los ha nombrado el Chase Bank". Barry Goldwater era, según los parámetros de la época, un iracundo derechista que se proponía arrebatar a los americanos los logros del estado benefactor. Para la propaganda progresista era un "loco" que iba a lanzar la bomba atómica sobre Vietnam del Norte, y arrojar a los negros al mar. Un ultramontano que se había opuesto a la Ley de Derechos Civiles, asociándose con una minoría dentro de un Partido Republicano que había votado masivamente a favor de la legislación de derechos civiles, incluso en niveles superiores a los demócratas.
Pero más allá de los prejuicios, Goldwater era el autor de una obra cumbre del conservadurismo norteamericano, el libro 'The Conscience of a Conservative', que vendió hasta tres millones y medio de ejemplares antes de las elecciones de 1964. Saltó a la arena electoral afirmando su compromiso con los ancestrales derechos de los estados y el viejo federalismo, pidiendo el recorte de los privilegios de las clases medias populares, y profetizando la quiebra de los programas de planificación social. El tratamiento de choque que proponía generó un miedo comprensible entre una sociedad acostumbrada a depender durante treinta años de la iniciativa y los programas gubernamentales, pero otorgó a los republicanos un ideario propio, nuevo y vibrante, del que habían carecido durante tres décadas.
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Sigo esperando a mi caballo blanco en el PP, mi particular Goldwater. Tarde o temprano llegará.
Por Prevost