+ Entre la sumisión y la desvergüenza
Pese a lo que dice Howard Roark todos sabemos que, en muchas ocasiones, para triunfar en la vida sobra con no tener principios y esperar a la ocasión. Lo que se conoce como un "trepa" y es el principio básico que rige la vida política y la funcionarial. El presidente del gobierno es el paradigma máximo de lo alto que puede llegar un individuo cuando carece de escrúpulos y de principios.
Ahora bien, pese a la organización franquista de los "agentes sociales", uno espera que quienes saben cómo funciona el mercado tengan un mínimo de sentido común, y unos cuantos principios. Al parecer no es el caso. El querido presidente de la CEOE, financiada con dinero público, se ha descolgado con unas afirmaciones realmente interesantes:
El presidente de CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, se mostró el lunes "favorable" a la medida propuesta por el Gobierno de conceder ayudas de unos 400 euros para parados sin protección hasta que se "toque fondo" y se pueda salir de la crisis.
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Pese a que también se ha mostrado interesado en que se reduzcan en 3 puntos las cotizaciones sociales que los empresarios pagan como impuesto contra los trabajadores, cabría preguntarle al caballero Díaz de dónde cree que el gobierno va a sacar los 400 euros para los 5 millones largos de parados. ¿Quizá del aire? ¿Los aportará graciosamente el señor Díaz reduciendo sus beneficios,o harán una colecta los progres patrios? Es algo que no queda muy claro leyendo la noticia pero el gobierno sí sabe de dónde va a sacar el dinero para la CEOE, y para las subidas salariales de los parásitos, de las costillas de los que aún conservan su trabajo, pese a la oposición del señor Diaz Ferrán entre otros muchos.
Hace mucho que nadie se cree que los sindicatos representen a alguién más que a una panda de parásitos que no podrían ni comerse sus propios mocos rebuscando en la basura. La CEOE está en el mismo camino. Sin duda hay muchos que pertenecen, de vocación, a la casta parasitaria y sueñan con estar en algún ministerio, dormitando sobre una mesa, agobiados con la única preocupación de no ahogarse en su propia saliva.
Por Maestre de Campo