+ Daños colaterales
Una voz en off nos ponía al día. 'En 1972, unos combatientes de la guerra de Vietnam fueron acusados de un delito que no habían cometido bla bla bla....sobreviven como soldados de fortuna....bla bla bla....si usted tiene algún problema llámelos y tal...'
Hanibal Smith, Murdoch, Face, y Mister T, el tío de los collares que no se acojonaba salvo para subirse a los aviones. Así empezaba más o menos El Equipo A, un serial USA atiborrado de guiños , sonrisas, tiros, bombazos, puñetazos, coches que vuelcan, entuertos que se deshacen, damas en apuros, mamporros y caciques de pueblo con cara de mala uva.
La cosa solía empezar cada uno a su bola, Smith haciendo un extra en Hollywood mientras se fumaba un puro, Face el guaperas ligando, Murdoch jugando con un garbanzo en el hospital de veteranos, y Mister T, rodeado de chavalotes haciéndose el guay del paraguay.
El caso es que les llamaba algún pringadillo. Bien. No quedaba claro si les pagaban o no pero eso daba igual. Iban prestos a resolver la crisis y si el diálogo fallaba, que fallaba siempre, montaban una especie de guerra casera que se saldaba con todo el mobiliario y el resto del paisaje y paisanaje a tomar por culo.
Una cosa estaba clara en El Equipo A, nunca, nunca nunca, moría nadie. Se levantaban todos sacudiéndose el polvo y a otra cosa mariposa.
Y parece gracioso pero es así como Occidente quisiera resolver las crisis extremas, cuando hablar es imposible. Sin daños colaterales. Claro. Por supuesto.
Sin embargo, por esas oscuras razones de la vida y del caos, la violencia y la respuesta a la violencia puede acarrear cientos de muertos inocentes que dejan un sentimiento de ira, tristeza e impotencia en la gente de corazón. Y hacen gritar a los pacifistas contra las guerras. Contra... algunas guerras. Los daños colaterales, las muertes sin sentido, la espina clavada de Occidente, es sin embargo, el objetivo fundamental del terrorismo que azota el mundo.
‘Preparaos para el holocausto’, dice un afiche sostenido por una mujer vestida desde el anonimato de su traje de cucaracha, manifestándose gracias a la democracia, contra unas caricaturas de prensa donde Mahoma sale ridiculizado.
Y es entonces cuando uno entiende la diferencia de culturas.
Con el coronel Smith u otros coroneles más reales y menos de traca u otros occidentales sin ser coroneles, frente a toda una amenaza nuclear, el éxito perfecto sería defenderse de los agresores dejando en paz a los que no lo son.
Con el fanatismo islámico, frente a unos dibujos de comic mofándose de Mahoma, una excusa como otra cualquiera, el éxito perfecto sería conducir al mundo al holocausto.
Por Cruzcampo