+ Aznar se va a comer a 5 gays
Y luego prenderá los restos en una pira mientras liba con sumo cuidado la sangre de 13 doncellas vírgenes (catalanas, ¡cómo no!). Que no, que no, algunos han aprovechado que Aznar el otro día en Aranjuez defendió los valores tradicionales de nuestra sociedad o el matrimonio como eje de la misma para insinuar que deseaba restringir libertades.
El ex presidente cree firmemente en el matriomonio hombre-mujer, muchos católicos están a disgusto por la utilización del mismo término "matrimonio" para las diferentes uniones afectivas que existen. Pero eso no quiere decir que deseén prohibir las uniones gays ni obligaros a todos a ir a misa o ponerle velas a San Cucufato. En este punto no debería existir conflicto -legal- alguno.
El derecho del diferente tendrá su lugar en el paraguas que proporciona el estado pero nunca será derecho intervenir en la conciencia o moral ajena.
No hay nada peor que por los miedos propios imaginar mundos paralelos. Bueno sí, que lleguen El País, Plural, Público anda cia y se inventen que poco menos se liquidará Ansar a los homosexuales atizando así a su fetiche popular preferido y de paso meterle una pullita al PP. Os dejo con un extracto de su discurso, el resto podéis leerlo aquí:
Como explica muy bien Marcello Pera, no hace falta ser cristiano, ni siquiera creyente, para defender la familia o el matrimonio, entendido como unión entre un hombre y una mujer. Porque estas instituciones sustentan nuestra sociedad.
Las naciones y las sociedades fuertes son las que se basan en instituciones sólidas y respetadas, entre ellas, sin duda, la familia. Y de acuerdo con nuestra tradición occidental, el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Otras realidades, como las uniones entre personas del mismo sexo o las llamadas “modalidades alternativas de familia”, pueden ser muy respetables, pero no deben ser equiparadas ni al matrimonio ni a la familia.
La familia es una institución necesaria para la transmisión a las nuevas generaciones de los valores y principios que sustentan nuestra sociedad. Si debilitamos la familia, debilitaremos el nervio moral de nuestra sociedad y el mejor canal para la transmisión de los valores que han sustentado la civilización. Un camino que algunos, por un prurito progresista que no llego a comprender, parecen decididos a emprender irresponsablemente.
Ese relativismo moral lleva también a socavar el concepto de los derechos individuales y universales, para sustituirlo por supuestos nuevos derechos en función de determinadas circunstancias de las personas. Asistimos a una proliferación absurda de derechos de diseño que le lleva a uno a preguntarse dónde queda la universalidad de los derechos de la persona. En definitiva, si realmente seguimos creyendo en la unicidad y universalidad de la idea de persona.
Creo que ese relativismo moral es una de las causas de la profunda crisis demográfica de Europa. Parece que los europeos hemos decidido no tener hijos. Si no creemos en casi nada y la satisfacción inmediata y sin complicaciones es el tema central de nuestras vidas, ¿para qué tener hijos? Muchos parecen satisfechos con la perspectiva de una Europa envejecida y minoritaria, sin voluntad de pervivir. Una Europa que no crece económicamente, que no quiere tener hijos y que no está dispuesta a defender sus valores, ¿dónde va?
Señoras y señores, el gran reto al que se enfrenta Europa y en gran medida todo Occidente es creer en los propios valores y en su predicamento universal. Y hay que decir que no es imperialismo desear que la igualdad entre hombres y mujeres sea válida en Milán, Londres o Nueva York pero también en Kabul, Bagdad o Teherán. Que la libertad de conciencia es un bien y que debemos trabajar para que nadie pueda ser condenado a muerte o a penas de cárcel por sus creencias religiosas, como por desgracia ocurre en países no lejanos.
Por Prevost