+ Otra de Miguel Hernández... España y Rusia
MADRE ESPAÑA
Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raices y todos los corajes,
quien me separara, me arrancara de ti, madre?
Abrazado a tu vientre, quien me lo quitara,
si su fondo titanico da principio a mi carne?
Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa, nadie!
Madre: abismo de siempre, tierra de siempre:
entranas donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huecos caidos se levantan, madre.
Decir madre es decir tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo sangre.
La otra madre es un puente, nada mas, de tus rios.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tu eres la madre entera con todo su infinito, madre.
Tierra: tierra en la hoca, y en el alma, y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con mas fuerza que antes volveras a parirme, madre.
Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,
volveras a parirme con mas fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando, Madre!
Hermanos: defendamos su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes, pues
para que las malas alas vuelen, aun quedan aires.
Echad a las orillas de vuestro corazon el
sentimiento en limites, los afectos parciales.
Son pequenas historias al lado de ella, siempre grande.
Una fotografia y un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tu la hierba que crece sobre todo, madre.
Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
los mas oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera madre.
Espana, piedra estoica que se abrio en dos
pedazos de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separaran de tus altas entranas, madre.
Ademas de morir por ti, pido una cosa:
que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincon que habite de tu vientre, madre.
PD. Para los que gustan de vivir en el pasado, Hernández también escribía unas odas muy especiales:
RUSIA
En trenes poseídos de una pasión errante
por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
recorro la nación del trabajo y la nieve.
De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
sale una voz profunda de máquinas y manos,
que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.
Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.
Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.
De cada aliento sale la ardiente bocanada
de tantos corazones unidos por parejas.
Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.
De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
una masa de férreo volumen has forjado.
Has forjado una especie de mineral sencillo,
que observa la conducta del metal más valioso,
perfecciona el motor, y señala el martillo,
la hélice, la salud, con un dedo orgulloso.
Polvo para los zares, los reales bandidos:
Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
hoy proclaman la vida y hunden los cementerios.
Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
y cantan rodeados de fábricas y flores.
Y los ancianos lentos que llevan una huella
de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
por desplumar alegres su alta barba de estrella
ante el fulgor que remoza su ocaso.
Las chozas se convierten en casas de granito.
El corazón se queda desnudo entre verdades.
Y como una visión real de lo inaudito,
brotan sobre la nada bandadas de ciudades.
La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
como un arma afilada por los rinocerontes.
La metalurgia suena dichosa de garganta,
y vibran los martillos de pie sobre los montes.
Con las inagotables vacas de oro yacente
que ordeñan los mineros de los montes Urales,
Rusia edifica un mundo feliz y trasparente
para los hombres llenos de impulsos fraternales.
Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas
legiones malparidas por una torpe entraña,
los girasoles rusos, como ciegos planetas,
hacen girar su rostro de rayos hacia España.
Aquí está Rusia entera vestida de soldado,
protegiendo a los niños que anhela la trilita
de Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,
y que del vientre mismo de la madre los quita.
Dormitorios de niños españoles: zarpazos
de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,
a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,
la vida que destruyen manchados de inocencia.
Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,
sangrienta de repente y erizada de astillas.
¡Si tanto dormitorio deshecho se arrojara
sobre las dos cabezas y las cuatro mejillas!
Se arrojará, me advierte desde su tumba viva
Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
mientras contempla inmóvil el agua constructiva
que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.
Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
Y sólo se verá tractores y manzanas,
panes y juventud sobre la tierra.
Por Prevost