+ El portavoz del PP, contra el PP
Al comienzo de la pasada legislatura no me cansé de repetir que el PP necesitaba un nuevo Cascos, y colmadas fueron mis aspiraciones cuando Acebes y Zaplana optaron por sacrificarse y ser ellos las caras rudas del Partido. Toda organización política necesita un ogro que haga de pantalla al líder, se lleve los palos por lo feo que eres o lo feo que dices del que gobierna, y desde mi punto de vista, el binomio del que fue PP de los principios, lo hizo de maravilla.
En el PSOE son varios los elegidos, desde el inefable corruto hasta el garrulopez. ¿Y en la nueva andadura marianista? La duda me corroía, de hecho siempre me gustó para el puesto González Pons, que es de esos parlanchines que defienden bien lo que les mandes. Optaron por Soraya como machaca en el Congreso y el perfil como en buena comanda arriolista, bajito, lo que no me esperaba era ver a Pons no como azote del gobierno, que hubiera sido lo idóneo, sino de la COPE y los desafectos en el mismo PP. Desde luego que su figura así poco se quemará de cara al voto de centro izquierda, esos que en las urnas al PP le dicen tralarí que te vi, pero eso no suele importar a unos máquinas del politiqueo que no han ganado ni una elección desde el año 2000, porque recordemos de los actuales rajoyistas, esos fragadianos a la remanguillé del siglo XXI, sólo han vencido en Valencia y Murcia, no precisamente gracias al gallego, Rajoy, sino a Camps y Valcárcel.
Ya no se trata de hacer oposición al gobierno. ¿Para que molestarnos en buscar un Cascos que diga las cosas claras sobre los GAL, estanflación, FILESA, Taguas y demás maravillas de la social democracia? Mejor un Pons, un portacoz -JGD dixit- para amedrentar a periodistas de COPE, a San Gil y sus amigos, al mismísimo Aznar o los liberales y conservadores que en el PP saben que no desean socialismo para gobernar. Ni lo necesitan.
Lo que no atisban estos mindundis del lasallismo es que lo que llevo al PP de Aznar y Cascos al poder, no a una simple mayoría como la de ZP, hablamos de la absoluta, la más complicada de obtener en nuestro sistema, no era su dialéctica, sino los principios. O quizá sí lo saben, y con el canguelo del inminente fracaso sólo alcanzan a defender el sillón en vez de criticar al gobierno, que para eso están.
Por Prevost