+ España en primer plano. Discursos (2)
Texto íntegro de la intervención de Aznar (pdf)
Texto íntegro de la intervención de Alejandro Muñoz-Alonso (pdf)
Traigo unos párrafos de muestra, ahí arriba el resto:
Como Gobierno de la nación, quisimos contribuir a hacer de España una de las mejores democracias del mundo. Esto es lo que cuenta el libro.
Y creo que logramos que España pasara al primer plano de la escena internacional. Que España contara, que España fuera una referencia importante en el plano internacional, una voz escuchada y respetada por las principales democracias del mundo.
Creo que logramos que España fuera escuchada y respetada por nuestros socios y aliados. Conseguimos que España fuera considerada un aliado leal, un país amigo del que uno se podía fiar.
Logramos asimismo que España fuera tomada en serio por los que ni son socios ni son aliados; y también por los que no respetan ni la democracia ni las reglas del derecho internacional.
He pasado muy buenos ratos leyendo España en primer plano. Puedo recomendarlo porque es un buen libro, sólido y bien documentado. Me ha acompañado en varios trayectos de mis muchos viajes. Me ha traído a la memoria muchos detalles que ya casi ni recordaba.
Y me he reafirmado, aun más si cabe, en la convicción de que España, esta gran Nación nuestra que es España, merece estar en el primer plano de la política internacional.
Lo merece por nuestra Historia, por nuestro peso económico, por nuestros intereses nacionales, por el dinamismo de la sociedad española. Lo exige también nuestra situación geográfica.
Creo, además, que el regreso de España al primer plano de la escena internacional es la consecuencia lógica del gran éxito histórico que ha sido la Transición a la democracia.
Pero, sobre todo, España merece y necesita estar en el primer plano de la política internacional si quiere apostar por su futuro, por tener un gran futuro como país.
Los españoles hemos demostrado que somos una nación valiente, pujante, trabajadora, emprendedora y capaz. Somos la nación más antigua de Europa, una de las grandes naciones europeas. Somos la patria que comparte su lengua común con cientos de millones de personas. Podemos enorgullecernos del legado de Cervantes, Velázquez, Goya, Picasso, Dalí… y de tantos otros. Somos la octava economía del mundo, el segundo mayor inversor del mundo en América Latina.
Esta gran nación que es España no puede jugar en segunda o tercera división. No merece quedar relegada a relaciones internacionales de “cumbres” menores, con interlocutores de segundo y de tercer rango, a los que, además, se presenta como los máximos mandatarios imaginables.
España no merece quedar relegada de nuevo al rincón de los países que no cuentan, que no deciden, a los que nadie escucha. España no merece haber regresado de nuevo al club de los países irrelevantes, del que desgraciadamente hemos formado parte durante demasiado tiempo.
En la Transición, los españoles dijimos muy claro que queríamos que España fuera un país normal, decidimos ser una democracia homologada y homologable internacionalmente.
No queríamos ser diferentes. Queríamos ser como los demás. Y, luego, como los mejores. Queríamos integrarnos, participar, y tener también la aspiración de decidir. Queríamos que la voz de los españoles se escuchara y contara lo mismo que la de los franceses, los británicos, los alemanes. Ni más, ni menos. Porque ser españoles no podía seguir siendo una excusa para mantener el micrófono apagado y dejar que hablara el siguiente.
Decidimos apostar por ser lo que somos: europeos, iberoamericanos y atlánticos. En suma, por ser occidentales.
Queridos amigos, la Transición fue el triunfo del deseo de convivir en libertad frente a la tentación del revanchismo, la radicalidad y la confrontación.
No ocurrió por casualidad. Como dijo Julián Marías, “los españoles dejamos de preguntarnos qué nos va a pasar y empezamos a preguntarnos qué podemos hacer juntos”.
Hoy, desgraciadamente, los españoles se preguntan de nuevo qué nos va a pasar en vez de preguntarse qué podemos hacer juntos.
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Por Prevost