+ Socorramos a la Tierra, que cambie de clima
A veces me creo Atlas, sobre todo tras pasar por el trono de la Cultura sin haber necesitado all bran, y sería divertido colocarme en un extremo de la Tierra, apoyando los pieses por ejemplo en Nueva Zelanda y algún atolón contaminado de la zona, y con mis apolíneos brazos frenar la rotación del planeta hincando los nudillos en el culo de Rusia y el pene de Malasya. Vaya estornudo que iba a soltar la madre Tierra ¿eh?. Se me ocurren más iniciativas, desde montar una hoguera en el jardín de cada hogar o irnos a los polos con calefactores solares, todo sea por acelerar un poco más el calentamiento global.
Porque hace años que alerto sin documental ni osos polares del cambio de rol entre conservadores y progresistas, pasando los moralistas al segundo estadio y los demás a ver venir sus imposiciones y demás chorradas. Sí, hablamos del gobierno de frikis en Springfield, menos mal que por allá andaba Stephen Hawking para poner orden. Pero yo soy más bien de los que creen en Steve Urkel, en el caos que de por sí trae esta masa de polvo y agua salada donde le dio a Dio u otro motor Yamaha por dejarnos pa vivir.
El mundo, como los humanos, necesita de vez en cuando un cambio, un progreso que algunos intentan frenar. A la cabeza de los conservadores esta vez se ha erigido un tal Gore que ahora es premio Nobel de la paz -ojo, por oprimir a la Tierra- y de Asturias, un totem producto de mucha hamburguesa y más calefacción, un revolucionario como nosotros que un día decidió pasarse al bando burgués. Porque un revolucionario nunca frenaría la evolución de la tierra, nunca sería tan fascista como todos estos, buscando el anquilosamiento y la vida retro.
Nadie preguntó a su corazón, nadie indagó sobre el núcleo de este planeta para saber si quizá estaba enamorado de la Luna o es un adolescente al que estamos jorobando el Plan. Porque un poco de acné no significa que se vaya a quedar preñado. En el Levante cae -como cada año- lo que al Sahara niega. Quizá ésan seas las oscuras intenciones de los retrógrados conservadores, conseguir que el teenager vuelva a inundar el desierto que un día fue fertil mar de tortugas y pescadillas sin redes de arrastre.
Pero nunca contaron con el comando suicida de liberación terrícola. Qué grandes aliados encontró en la naturaleza humana la Tierra para ayudarla a su mutación, entorpeciendo la labor de los fascios de Gore y demás green watermelons. Nunca el planeta encontró tanta ayuda frente a los resistentes al Cambio como ahora con todos aquellos que pensamos, esto de permitir un poco de libertad a los polos y mares es sano.
Por Prevost
Jejejejeje. Yo también creo en Urkel.