+ Política gastronómica
A Fernando Méndez Morán tuve el placer de conocerlo durante la presentación del libro de Losantos en navidades. Me remite al correo un interesante artículo que espero sea el primero de muchos:
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Me levanto obsesionado con el refrán que mi abuelo usaba a menudo: "La Danza sale de la panza". La idea de hacer un relato basado en episodios gastronómicos me fascina. ¡Y si además puede usarse de "manual de instrucciones" para una vida más feliz pues perfecto rediez!
Lo siguiente que hago, ya ventilados los trámites de ducha, café y tostadas de cada día, es sentarme delante de la maquinilla esta a ver que cantan los titulares. "La Bolsa sufre el mayor desplome de su historia". Genial -pienso yo-, justo ahora que estoy a punto de entrar en el mercado laboral el cielo car encima de nuestras cabezas. Quién pudiera tener un Obelix cerca que lo sujetase, porque a la mayoría de nosotros nos va a tocar poner el casco y aguantar el golpe.
A una conclusión clara he llegado: si tuviese que adjudicar un plato a este ejecutivo sería el de un sandwich de queso. No jamón y queso, insisto, de queso. Una triste loncha de queso goteante entre dos panecillos mohosos. La vergüenza de ese socorrido plato típico de solteros a mitad de la semana, tirando para fin de mes, es lo que más representa nuestro desgobierno.
img tomada de Micatapulta
Llegaron cuando la despensa estaba llena y el votante refalfiado. A pesar de que decían que todos los alimentos del PP estaban contaminados de maldad, no cambiaron ni una sola receta. Se negaron a comer más hamburguesas mientras se atragantaban con "French fries" y salchichas teutonas.
Las cocochas al pil pil tampoco fueron su fuerte, pues descubrieron que al mesonero bobo todo el mundo le hace un "sinpa". Así que con resaca del día de los inocentes, un 29 de diciembre, y probablemente con algún chupito de más, se lanzó a predecir que un año estaríamos mucho mejor. ¡Ja, ja!, pensó el terrorista Sarasola* mientras bajaba los callos madrileños corriendo la San Silvestre de aquel año.
Ya la desgracia estomacal fue máxima al frecuentar menús exóticos. Los maestros Arzak, Adriá, y sobre todo Arguiñano por TV no han metido mano en la población iraní, marroquí o turca. La ida por la patilla era inminente.
La gente de la calle a todo esto está desconcertada. Les dicen que todo va fenomenal en Cuatro mientras algunos locos insisten en que esto huele a podrido. El olor a ambientador de tienda de los veinte duros ya es incapaz de tapar la peste proveniente de la puerta de la despensa.
Dentro, siguen los mismos alimentos que antes de 2004. Están ya tomados por los bichos. Lo triste es, que mientras el amigo Jose Luis y su colega Pedro tomaban cafés por ochenta céntimos, dejaban propinas de 3 euros, y departían con etarras delante de una botella de txacoli, no abrieron nunca aquella puerta.
Esperemos que lleguen pronto los aniquiladores de plagas. Mientras los socialistas acaban de vomitar lo ingerido. Para que descansen de echar sapos por la boca, digo.
Por Prevost
El artículo tiene un error.
Donde dice San Sebastián quise poner Sarasola.
Cosas de escribir muy de mañana
Un saludo!