+ Azaña reloaded: Cebrian (busquen semejanzas)
Ya, me redundo en la Ley de defensa de la República, pero es que el polanquito mayor del reino me lo ha puesto fácil:
Cebrián: En su día decidí -lo mismo que hizo Jesús Polanco- querellarme contra un petimetre savonarola local que, desde la radio, incendia cada mañana con su intolerancia la convivencia española.
[...]
Cebrián: Me parece una falacia absoluta contraponer las injurias que desde algunos benditos micrófonos se profieren, con los comentarios libremente expresados por otros creadores de opinión, como si nos halláramos ante el empleo indiscriminado de parecidos arrebatos en la confrontación intelectual.
Azaña: ¿Quién tiene que temer algo de su aplicación? De ninguna manera la verdadera Prensa, señor Royo-Villanova. Aquí no se habla de la prensa digna de ese nombre, la prensa que vive a la luz del día, dentro de las leyes y que respeta su decoro y el ajeno; pero a las hojas y pequeñas bellacadas clandestinas que andan circulando por toda España, llevando a todas partes el descrédito de la institución republicana y de sus hombres, y del parlamento y de los diputados, y de la obra legislativa, ¿a eso vamos a llamar prensa, esos reptiles que circulan por la sombra, que van de mano en mano corriendo por los rincones de la península y sembrando el descrédito o la burla o las malas pasiones? Eso no es la prensa, señor Royo-Villanova, eso no es la prensa y contra ella vamos.
Juan Luis Cebrián, tras ser collejeado por un juez (artículo entero aquí), que aún tiene los huevos de afirmar: "No es contra la limitación legal y democrática de ese derecho contra lo que es preciso protestar, sino contra la arbitrariedad y falta de simetría en la aplicación de las leyes, demasiadas veces utilizadas para proteger a los poderosos en perjuicio de los débiles" Esto lo dice un multimillonario que fue poderoso durante el régimen franquista mientras otros daban con sus huesos en la cárcel o debían escribir en la sombra y lo ha sido más tarde bajo la sobra de Polanco.
Vamos, Cebri el débil.
Por Prevost