+ CSI Bagdad
En la década de los ochenta, el partido Baaz se liquidó más de cien mil kurdos que, en su deseo de apoyar cualquier cosa salvo a Saddam Husseim, habían apoyado a Irán en la guerra contra Iraq y hubieran apoyado a Zapatero o a Carod Rovira si hubieran sido antiSaddamistas. Envenenados con gases mortales y enterrados en tumbas ocultas, fueron víctimas del armamento de destrucción masiva aplicado por el dictador a la población civil, tanto grandes como pequeños, tanto niños o bebés, como adultos, muertos como ratas, exterminados de la forma más inhumana.
Paul Rubinstein, científico forense, que perdió a su familia en el Holocausto a manos de los nazis, ahora ayuda a la ciencia a desarrollar sistemas para llegar más y más cerca de los muertos en ataques genocidas y desgracias varias de la monstruosidad humana que ocurren y se recargan una y otra vez en la Historia a pesar de tanto rollito angelical y consabidas y esperanzadas murgas pacifistas del never again , no hay que olvidar, etcétera...
Antropólogo, empleado civil del US Corps of Engineers y subdirector del "CSI" cerca de Bagdad, Rubinstein lleva dos años exhumando restos de cadáveres de sus tumbas colectivas, con ayuda de las mejores técnicas, desde las más sencillas, las ID o identificaciones del desdichado, papeles de ordenes de arresto, hasta la recomposición de huesos, los rayos X y faxitrons, y toda la parafernalia informatizada que permite hoy en día volver atrás en el tiempo y reconstruir la película trágica de una muerte violenta.
Vestidos a la manera kurda, algunos cadáveres conservan sus carteras, algún anillo, y sus correspondientes balas dentro las secas y horribles heridas de muerte.
El investigador, en entrevista concedida al National Geographic, dice que hay más burocracia que ciencia. Pero que eso es normal. Y que los hombres, no los kurdos, sino en general, muestran siempre signos de tortura, esposados y maniatados, con las caras desfiguradas y reventadas, mientras que las mujeres parecen haber sido premiadas con tiros compasivos en compañía de sus hijos, muchos, conservando parte del cuerpo mas allá de sus huesos, otros con una ensalada de impactos en el cuerpo, y los menos, con el honor de haber recibido solo un balazo y a chutar.
A estas alturas o por estas fechas, aún no han identificado más del quince por ciento de todo lo que hay, y lo que hay es mucho, cientos y cientos de esqueletos, número pequeño trabajado comparado con la cantidad total de Iraquíes asesinados, que ya suponen un enorme esfuerzo científico para el forensic team. Gracias a este tipo de gente, los grandes criminales en masa que cosecha el género humano pueden ser llevados a la Justicia con todos los informes al día, y Paul Rubinstein sabe que su trabajo es fundamental para presentar las cosas claras en el juicio por genocidio contra el genocida y ayudar a montones de iraquíes a determinar el paradero de esos seres queridos, de los cuales no saben nada desde que un día llamaron a la puerta y se los llevaron a patadas.
Y ahora, donde antes había grandes piscinonas, estanques y pasamanos de oro en uno de los palacios más horteras del ex líder iraquí, está la cosa poblada de forenses y expertos investigadores y científicos, además de receptores de telefonía, platos de satélite y cacharrería fina para todo tipo de operaciones militares de inteligencia.
Saddam asesinaba a creyentes y no creyentes, pretendía expandir su poder más allá de sus fronteras. Igual asesina hoy la subestimada resistencia terrorista, intentando perpetuar la dictadura, echando las riadas de sangre a manos negras y culpas infieles cuando se carga una mezquita, corta una cabeza, o mata unos cuantos crios, mujeres, jóvenes aspirantes a policía o aspirantes simplemente a vivir la vida. Como si fuera de ayer eso de la rivalidad entre sunnies y chiies, su falta de piedad, como si provocar una guerra entre musulmanes diera el ejemplo de solución exitosa que América querría para Irak y el resto de países islámicos.
La doble cara del Islam y el estomago de Occidente, quieren las tropas fuera de este país. Lógico por un lado. Pero ya nada puede volver atrás. Irak vomita información, los huesos van saliendo... los papeles, también.
Pero todavía más importante que la reconstrucción de la guerra y su advenimiento desde el otro bando es el hecho de que cada día que pasa aparecen nuevas confirmaciones de la variada relación entre el derribado régimen iraquí y la organización de Ben Laden. El libro, casi profético, de Stephen Hayes "The Connection", publicado a mediados del 2004, no fue más que un anticipo de la masa de evidencia que se ha ido acumulando. Hayes removió CIA con Congreso, Casa Blanca y Pentágono para que se tradujesen y publicasen documentos capturados. Sus esfuerzos demuestran sin lugar a dudas que si la Inteligencia se equivocó sobrevalorando las armas de destrucción masiva, tema en el que subsisten muchos puntos obscuros, erró de plano subestimando escandalosamente la pecaminosa relación entre el estado terrorista laico y los píos terroristas de aspiraciones califales.
Con tropas fuera o dentro, la guerra contra el fascismo islámico se librara, si no en Iraq, en cualquier otra parte.
Saddam será juzgado por sus crímenes, los criminales que siguen atentando contra civiles puede que también y los políticos serán juzgados por el tiempo. Lo que no sabemos es como juzgará la Historia a todos aquellos que, para cantar los evidentes horrores de la guerra, o de América, se pusieron de parte del enemigo.
Por Cruzcampo