+ Isabel de Castilla...ni en las oposiciones.
En España tenemos más de dos millones de funcionarios trabajando para el estado, comunidades autónomas, diputaciones, ayuntamientos, y llevando una vida que a más de alguno nos gustaría tener. Sueldo fijo, buen horario, moscosos, posibilidad de cambiarte de centro si te toca un jefe subnormal y más chollos de ésos que dan envidia de tan sólo enumerarlos. Irlanda, por ejemplo, que tiene una situación similar a la nuestra pero que carece para su fortuna del estado de las autonomías, posee únicamente setecientos mil trabajadores públicos. Haced cuenta de lo que se ahorran, a mí me da miedito sólo de pensarlo.
No obstante, aquí por tener, poseemos hasta oposiciones al cuerpo diplomático. Exactamente treinta y cinco plazas están vacantes cuyos exámenes son dentro de dos meses. Me imagino a todos esos opositores, encerrados en una biblioteca, en sus casas, estudiando sin parar para alcanzar el chollazo de ser funcionario del estado. Ahora mismo, estarán rematando los últimos temas para llevarlo todo bien masticadito al examen, cuando llega ZP, que se aburre, que le toca su rato de meter las manazas donde no debe, y el elemento cambia el temario así a las buenas. No es que haya hecho una pequeña modificación, no, más bien al contrario:
Y lo ha sustituido por conceptos tan válidos, de actualidad y presentes, como el de su alianza de civilizaciones, interplanetaria, o cómo quieran ustedes denominarla. El diplomático español para los futuros venideros no debe saber, conocer, ni tener en cuenta, la política que llevaron esos reyes pasados como Isabel, Carlos o Felipe, ni mucho menos qué es Ultrech, ni quién demonios fuera Colón, sino cómo confraternizar con esos pueblos que cuando nos descuidamos un poco, nos regalan bombas, embajadas quemadas, y disturbios continuados en algunos países europeos.
Rodríguez Zapatero, la persona que se le cae la baba hablando de libertad, se ha convertido en uno de los presidentes de gobierno más controladores, totalitarios y con más ganas de imponer su visión deformada de la actualidad, que hayamos tenido en la joven democracia española. Seguramente, si Felipe II levantara la cabeza y viese en qué se ha convertido España, qué presidente tenemos y cómo se está actuando en política internacional, preferiría no estar en ningún temario de oposición. Directamente, pediría él mismo que se le pusiera la losa de la tumba y poder así continuar su descanso eterno.
Ya conocen el refrán, ojos que no ven, corazón que no siente.
Por Chesk