+ Por qué nunca aprenden
Entre los liberales es corriente afirmar que los Gobiernos nunca aprenden, y esto es cierto. En el siglo XX los Gobiernos de todo el mundo se enfrentaron a los problemas causados por su intervención liberticida en la economía con más intervención.
Incluso en el siglo XXI los Gobiernos siguen sin aprender, gobiernos como el de Portugal insisten en inyectar dinero en la economía, pese a que la crisis está motivada por la abundancia de dinero barato y la necesaria mala inversión de ese dinero.
Cuando uno mira a su alrededor buscando la legitimidad moral del gobierno para pretender robar el dinero a unos para repartirlo a otros encuentra, siempre, lo mismo, corrupción, ineficacia e incapacidad. En unos casos es estructural, en otros es consecuencia de la maldad o estupidez de
los funcionarios. Pero rara ha sido la ocasión en la que la intervención del gobierno contra la libertad signifique un bienestar en sus ciudadanos. La última con el gobierno socialista subiendo el SMI para, posteriormente, subir los servicios básicos por encima de la subida del SMI, resulta paradigmática.
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Pero si bien los gobiernos nunca aprenden, los gobiernos están formados por personas, y se supone que estas sí aprenden. ¿Por qué insisten en políticas tan desacreditadas como las keynesianas o las marxistas? Quizá la última de la FED nos ayude a entenderlo:
The Federal Reserve is refusing to identify the recipients of almost $2 trillion of emergency loans from American taxpayers or the troubled assets the central bank is accepting as collateral.
Una traducción libre sería: "La FED se niega a identificar a los beneficiados con casi 2 trillones de dólares de préstamos de emergencia salidos de los pagadores de impuestos norteamericanos (...)"
Resulta más fácil comprender porqué los seres humanos que forman parte del gobierno siguen aplicando medidas que saben erroneas, e inútiles, medidas que, de seguir aplicándose les llevarían a lo que dicen denostar. Las personas responden a incentivos, todas, y los políticos también. El principal incentivo para un político es, precísamente, disponer de acceso al dinero que los funcionarios roban a los ciudadanos, pero para eso tiene que conseguir hacer un curioso encaje de bolillos entre sus necesidades de financiación -favoreciendo la formación de un oprobioso régimen de capitalismo de Estado como en España- y la necesidad de ser bandera del discurso más populista -frecuentemente opuesto a las empresas en general y a las más grandes en particular-.
Resulta más fácil comprender porqué los seres humanos que forman parte del gobierno siguen aplicando medidas que saben erroneas, e inútiles, medidas que, de seguir aplicándose les llevarían a lo que dicen denostar. Las personas responden a incentivos, todas, y los políticos también. El principal incentivo para un político es, precísamente, disponer de acceso al dinero que los funcionarios roban a los ciudadanos, pero para eso tiene que conseguir hacer un curioso encaje de bolillos entre sus necesidades de financiación -favoreciendo la formación de un oprobioso régimen de capitalismo de Estado como en España- y la necesidad de ser bandera del discurso más populista -frecuentemente opuesto a las empresas en general y a las más grandes en particular-.
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