+ Sin resolver
Me da siempre por pensar, y perdonen los más quisquillosos, que el Padre Arrupe, católico jesuita destinado en Hiroshima allá por los calores bélicos de 1945, puede que estuviera en el lavabo del noviciado ese maldito 6 de agosto. Ya saben, tranquilidad, zapatillas, periódico en el suelo con portadas sobre el transcurso de la guerra, etc. Me lo he imaginado una y mil veces tirando de la cadena en el mismo momento en que el pepinazo “Little boy” desintegraba la ciudad caído desde el cielo. Pero bueno, a lo mejor estaba en la cocina, o leyendo, o en la cama, o en los rezos, o vayan a saber.
Mientras todas las demás construcciones se fueron a tomar por saco, el edificio del noviciado de Yamaguchi se mantuvo firme, y se convirtió en un hospital que atendió a cuantos llegaron abrasados por la radiación. Estaba construido de una forma sólida y diferente al resto de las casas, que eran de cimientos ligeros y poco hormigón. De lo que se deduce que cuando existe solidez en medio de fragilidad uno corre la suerte, o el peligro, según se mire, de quedarse solo con la responsabilidad de pelear entre el desastre que queda alrededor.
Sesenta años después aún hay guerras, fortalezas y muchas fragilidades, aunque ya no hablamos de arquitectura, alrededor. Sesenta años después hay terroristas de sobra tolerados y comprendidos. Hay democrats y progresistas echándole la culpa a Bush de la movida en Heathrow por su política en Oriente Medio. Hay apoyo del mundo árabe a las repúblicas bolivarianas y adosadas de hispanoamérica para conformar un gran bloque antiUSA-Israel con el jijíjajá de la izquierda universal. Hay saudíes vigilando los pasos de Irán, no vaya a ser que les traicione, al fin y al cabo, ni los de Hezbullah son sunníes, ni los iraníes son árabes. Hay occidentales estilo Maruja Torres hablando del Líbano agredido, un país que, sabiendo los riesgos, no quiso desarmar a Hizbullah cuando se le pidió que lo hiciera.
Y ahora, hay resolución 1701 marca ONU plagada de ambigüedades para que Israel no se mosquee, pero después de todo el sacrificio, tampoco resuelva el problema. Caroline Glick dice algo muy cierto al respecto
Israel nunca podrá confiar en que ningún acuerdo de paz que firme sea final. Un acto de agresión por parte de sus enemigos puede abrir el camino a reclamaciones adicionales, que en interés de reforzar a los gobiernos palestino, egipcio, jordano o sirio, es probable que la comunidad internacional apoye.
Y cómo no, hay también una punta de iceberg, llamada Amadinejad frotándose las manos ante el panorama, haciendo tiempo y risas mientras desarrolla su brand new bomba de paz.
En otras palabras, cada vez es más complicado ir al wc sin pensar que a lo mejor, un día futuro, al tirar de la cisterna oigamos el mismo ruido porque quizás ya no quede nada sólido en Occidente. Y quizás no tengamos tanta suerte como el Padre Arrupe.
Por Cruzcampo