+ De unos rusos, y otros rusos
Una de judíos rusos en el gobierno de Israel. Y de un movimiento de ficha por parte de Avigdor Lieberman e Yisrael Beiteinu que se ha puesto de acuerdo en algo con nuestro bello durmiente Olmert. El rusófono derechista entra en escena en un momento de agobio gubernamemtal a proponer por un lado, un nuevo sistema presidencialista que al Primer Ministro no le ha hecho mucha gracia, y por otro, la cabeza de un nuevo ministro de Asuntos Estratégicos para afrontar las amenazas islámicas más concretas. No son nuevos ministerios lo que hace falta, pero como partidario del Gran Israel y del transfer de los árabes de Yesha, y a quien Europa y el mundo árabe ya despellejan vivo, serán interesantes los próximos meses si antes no la “caga” Avigdor con su tendencia a la incorrección política o no se da de patadas con Amir Peretz en plena Knesset.
Y otra de rusos chechenos en el Líbano, que según Debkafile nos cuenta, han pillado la zona de Sidon con sus amigos hezbullatarras y prosirios mientras que los de UNIFIL andan de campo por Tyre y algunos incluso dicen que abrirán fuego contra Israel si sobrevuela la zona y no sé qué historias. Pues muy bien; así los terroristas controlan la zona marítima sur del país, vigilan los movimientos del IDF y los Azules, y están además al tanto de todo lo que se cuece en aguas mediterráneas; todo un cocktail que pone en peligro la seguridad del norte, además de que Siria e Irán siguen armando y recompensando a los ricachones líderes de los clanes de la zona.
Tiro
Y una última de los rusos de los viejos tiempos, los del tópico soviético con parque nevado y solitario incluido, acallando la voz de Anna Politkovskaia la autora de La deshonra de Rusia. Pero no se preocupen, lo van a investigar. 'La policía busca a un joven de estatura media y complexión delgada, que llevaba sobre la cabeza una gorra de béisbol negra' y bla bla bla; un joven, que conociendo al personal, para estas horas ya estará muerto.
Anna Politkovskaia era alguien que combatía al gobierno en un lugar donde parece que nada importa, salvo la frase que pronuncie el mandamás del Kremlin al oído de sus servicios secretos. O al revés, que para el caso, es lo mismo.
Por Cruzcampo