+ La guerra inacabada
"We learned from Hezbollah's victory that Israel can be defeated if we know how to hit them and if we are well prepared," ha soltado el lider de los mártires de Al Aqsa en una de sus charlas para intelectuales.
Si es que ya lo hemos repetido hasta quedarnos afónicos. La franja de Gaza después del desalojo, lejos de convertirse en un camino hacia ese estado independiente de marras, es un camino hacia el estado terrorista que sirve de plataforma de lanzamiento, transporte de armamento y zona de entrenamiento de asesinos contra el Estado de Israel. Y ya lo hemos hablado hasta el desquicio, la guerra inacabada del Líbano ha dado carta de validez a un nuevo ataque por el sur, a una nueva guerra, que no es nueva, es la de siempre, esa guerra que no la para ni la ONU, ni la Alianza de Civilizaciones, ni la Europa de la mantequilla, ni la del pincho de tortilla.
Y no sólo decimos Gaza, recuerden que el Sinai petrolífero que Israel entregó para alcanzar la paz con Egipto, fue siempre un campo cojonudo para entrenamiento, reuniones, intercambio de armas y de lo que sea, es decir, fue lo que serán todos los territorios que quieren mangarse hacia Tel Aviv, tierras entregadas por la paz y utilizadas para la guerra.
Ni siquiera ésta del Líbano ha servido para escarmentar a muchos de los oscuros intereses más allá de lo libanés y lo palestino, intereses de un mundo árabe empeñado en que la pesadilla del bastión democrático de Oriente Medio nunca termine. Al contrario, la Eurabia reventada en Londres y en Atocha sigue de campo y con la chaqueta al hombro, enrollada con los ofendidos del mundo, haciendo el gilipollas con la multiculturalidad y luchando contra el terrorismo sin recortar el cachondeo de libertades en las que retozan todos los jihadistas del continente. Por no hablar de Sudamérica, donde muchos de los que no llegan aquí, es porque andan por allí muy contentos con los discursos de paletos estalinistas a los que Bush les huele a azufre y los ayatolas les huelen a rosas.
Y vale que nadie está obligado a sentir simpatía por la causa sionista. Y si vamos a eso, tampoco nadie está obligado a no simpatizar con la jihad que utiliza nuestra democracia para sus fines. Somos individualmente libres de elegir pelear o ser destruidos y ni siquiera Zapatero puede hacer un país dhimmi sin el apoyo de la mayoría, una mayoría que arrastrará a los que se resisten. Así que a estas alturas en que el tema ya no tiene remedio, y dado que nos va a tocar ver muchos horrores, sólo pediría lo que sé que nunca voy a conseguir. Que los que eligen su destrucción, al menos dejen de lanzarse como fieras sobre los que prefieren defenderse.
Por Cruzcampo