+ El ojito derecho
Hace unas semanas murió la décima víctima, llamada Daniel Wultz, del último atentado islámico en Tel Aviv, ese de la bomba. Como todos.
Comía con su padre, en ese restaurante de la cuidad. Visitaba el país por Pesach, llegado desde USA, donde vivía una vida, que supongo, era una vida feliz. Esperaba a su madre, que se dirigía al encuentro de ambos en el momento de la bomba y que al llegar, encontró a su hijo de dieciséis años allí destrozado y seguramente, rezó una y cien mil veces para no perderlo. Pero lo ha perdido.
Y Daniel ya está olvidado, salvo por los suyos, que estarán hoy, y ayer, y mañana, pensando ‘hasta cuándo’, como pienso yo y como piensan muchos. O quizás pensando como David Hornik en su columna. Pensando si podría ser desmantelada una Autoridad que desde sus numerosos tentáculos, es, ha sido y será, una autoridad terrorista. Pensando por qué tanto miramiento ante los que demuestran votando a Hamas, que nunca han pensado en compromisos de paz, que rechazaron la partición desde el primer día y la rechazarán hasta el último. Y por qué seguir ayudándoles a hacerse la paja yihadista llevándoles la mano mientras ellos se mean en la estatua de la libertad.
Porque ya no valen coplas de democracia, cuando ahí, el que más o el que menos, aporta lo suyo a la dictadura. Ataques a tiros, misiles, reventamientos en mercados, niños atiborrados de explosivos, recitación a ojos en blanco, todo esto financiado por Occidente, que les paga para que aparenten, sabiendo que nunca cederán, que nunca aceptarán ningún plan de paz. Porque nunca lo han hecho. Y han dejado claro que tampoco ahora. Válgame. Ahora menos que nunca. No habrá paz jamás salvo, claro, que Israel sea suyo y regresen millones de refugiados. Pero eso ya lo sabíamos.
La opción real, pues, es directa: o dejar que la masacre de israelíes continúe, trabajando para reducirla pero no para ponerle fin, o tomar la única acción militar que puede ponerle fin. Cualquiera que crea que los israelíes tienen el mismo derecho a la vida que los daneses, los holandeses, los americanos, o cualquier otro, debería favorecer la segunda alternativa. El hecho de que los propios cansados y aturdidos israelíes hayan elegido ahora un gobierno pacífico, y que ya no insistan en su propio derecho a la vida como lo hacían en los primeros años de la era de Oslo, no significa que otros deban aplaudir su suicidio.
Incluso muchos que apoyaban el desmantelamiento de grupos como Batasuna, o de regímenes como el de Saddam, aplauden la causa palestina, el régimen terrorista que mata a los que parece que sí somos matables.
Revise cada cuál su postura y su posible antisemitismo que como dice Hornik, ha convertido a la AP en el ojito derecho de Europa, un continente del que ellos se ríen diciendo que nunca habrá paz, un Occidente que ellos definen como el de sus putos infieles acreedores de mierda.
Por Cruzcampo